Qué es. Síntomas.
La depresión es una alteración del estado de ánimo que se caracteriza por un decaimiento generalizado de la energía, y que afecta a todos los ámbitos de nuestra vida.
Comienza con un desánimo para hacer las cosas la dificultad para divertirse y disfrutar, que se va prolongando en el tiempo. Este desinterés general abarca desde aquello que “no nos gusta demasiado” (las obligaciones) hasta las cosas más agradables, como salir con los amigos, la diversión, etc. También hay un cansancio físico, que acompaña este desánimo.
Uno de los primeros síntomas también es el abandono personal: no nos arreglamos tanto, incluso se relajan los hábitos higiénicos. La autoestima queda muy afectada. A medida que se va agravando la depresión, afecta al apetito (demasiado o escaso), al trabajo (disminuye el rendimiento, incluso empezar a faltar con cualquier escusa), al sueño (dificultades para dormir o bien exceso de sueño) i al impulso sexual, disminuye, tanto el deseo como la capacidad para disfrutar. También se da una disminución de la capacidad de concentrarse y de tomar decisiones. Se llora con facilidad.
En general, ponemos más energía en los sentimientos negativos como la tristeza, el pesimismo, el desánimo, la culpa, y disminuimos la energía en los sentimientos positivos (alegría, placer, optimismo).
La depresión se puede presentar sola, o bien acompañada de ansiedad y angustia; puede ser continuada o bien cíclica, es decir, alternando periodos de depresión con periodos de estado anímico normal, incluso con episodios de fuerte euforia.
Las causas de la depresión
A veces es muy evidente cuál es la causa de este estado anímico: las pérdidas (muerte, separaciones, pérdida del trabajo, emigración); también pueden fomentar la depresión todas las situaciones que suponen un cambio de vida, ir a vivir en pareja, tener un hijo, acabar los estudios, jubilarse… esto está en función de la capacidad personal para adaptarse a los cambios y, por supuesto, de las circunstancias que rodean este cambio. Todo cambio supone un esfuerzo de adaptación y supone también la pérdida de algo y produce, en mayor o menor, medida, ansiedad y decaimiento del estado de ánimo. Tenemos miedo de lo desconocido y nuevo, y temor de no poder asumir la nueva situación. Esto hace que sean tan frecuentes, por ejemplo, las llamadas “depresiones postparto”.
Una enfermedad crónica, nuestra o de un ser querido, también provoca decaimiento.
Muchas otras situaciones pueden conducirnos a una depresión.
Otras veces, no obstante, cuesta saber cuál es la causa. Cuando no es evidente que haya una, puede ser hora de parar y escucharnos a nosotros mismos. La depresión, al igual que la ansiedad, son indicadores de que hay algo que no funciona. Parémonos a pensar: ¿qué estamos haciendo con nuestra vida?, ¿qué cosas no me gustan y no hago nada para cambiarlas?, ¿qué proyectos, deseos, sueños, …, estoy dejando de lado?, ¿estoy cuidando de mí mismo?, ¿qué necesito?, ¿qué estoy haciendo para conseguirlo?, ¿qué estoy evitando?
La depresión puede ser una buena oportunidad para replantearnos nuestra vida.
Depresión y tristeza
Es necesario distinguir entre ambas cosas: con mucha frecuencia cuando estamos tristes, decimos que estamos deprimidos. No es lo mismo. La tristeza es un sentimiento que, como todos los sentimientos, hemos de dejar salir cuando es necesario. Podemos estar tristes por varios motivos: démonos permiso para expresar nuestra tristeza, para llorar, y busquemos, si puede ser, un hombro donde hacerlo, alguien que nos acompañe en nuestro proceso. Y hagámoslo, como un mecanismo de descarga de la tensión que conlleva la propia pena, para después “cargar pilas” y continuar adelante.
La depresión es un estado de ánimo generalizado, que, además de la tristeza, conlleva pesimismo, sentimientos de culpa, etc. y a la larga nos incapacita en muchos aspectos.
La depresión y el cuerpo
Fijémonos en el cuerpo de una persona deprimida. Los hombros se desplazan hacia delante, oprimiendo así la caja torácica. Esto hace, que no nos entre la misma cantidad de aire. El oxígeno es una de nuestras fuentes de energía. Si recibimos menos, nuestra energía disminuye y hace que la depresión vaya ganando terreno. Es una cadena. Este encogimiento del pecho es, a la vez, una defensa contra el llanto. Tiremos los hombros hacia atrás y levantemos el tórax. ¿Verdad que ahora el aire entra mejor?. Respiremos hondo. Notemos cómo nuestro cuerpo empieza a llenarse de energía.
Fijémonos ahora en las extremidades de una persona deprimida. Parece que cuelguen. Unas piernas que “cuelgan” no caminan hacia ninguna parte. Unos brazos caídos no “cogen” nada. La acción, la actividad está limitada y esto se refleja en el cuerpo. Volviendo al ejercicio de la respiración, llenemos de nuevo los pulmones y enviemos mentalmente el aire hacia el vientre y, desde el vientre, a nuestros brazos y piernas. Notemos cómo la energía se extiende.
Este ejercicio tan simple nos puede servir para comenzar a combatir la depresión.
La actitud vital
Debajo de toda depresión hay una actitud vital de pesimismo; la propia imagen está devaluada, hay una pérdida de autoestima. Somos conscientes que no acabamos de encajar en nuestro entorno. Esto puede verse de dos maneras: podemos pensar que la vida vale la pena y nosotros somos quien no está bien, y entonces buscaremos la manera de salir del “bache” y seguir adelante, o bien, hay una actitud pesimista de pensar que el mundo no vale la pena y que no es necesario luchar para cambiar. Este segundo caso es mucho más difícil puesto que no habrá la motivación necesaria para superarlo.
También influyen en la depresión las consignas familiares que hemos recibido. En cada familia hay un código de actuación frente a los problemas. ¿Cómo se reaccionaba en tu casa cuando moría una persona cercana? ¿Cómo se celebraban las fiestas? ¿De qué manera se vivían las peleas? Las 4 emociones básicas, tristeza, rabia, miedo y alegría, tienen sus permisos y sus “frenadores”. Hay familias en las que está bien visto llorar y sentir miedo, pero no enfadarse ni expresar excesivamente la alegría. O bien, hay un permiso implícito para enfadarse, pero no se puede llorar, etc. Generalmente la persona deprimida tiene unas consignas que permiten vivir la tristeza, y reprimen el miedo, la alegría y la rabia. Si tenemos un motivo para sentir rabia pero no nos dan permiso para expresarla, la canalizamos y la transformaremos en tristeza, o cualquier otra forma de expresión “permitida”. O, en el peor de los casos, se transformará en una enfermedad del cuerpo.
A la búsqueda del amor
Cuando tengamos el estado de ánimo decaído, parémonos un tiempo a escucharnos a nosotros mismos: ¿qué es lo que necesito? ¿Qué estoy haciendo para conseguirlo? Probablemente nuestro cuerpo, nuestra mente, nos están avisando de algo. Es un buen momento para fijarnos en nuestras necesidades. Probablemente nos estemos descuidando a nosotros mismos.
¿Estoy cuidando y preocupándome demasiado de los demás y poco de mí mismo? ¿Qué me está pidiendo mi persona? ¿Qué necesito de los demás? ¿Estoy haciendo saber a la gente que me rodea que necesito más atención, o tiempo para mí mismo, ayuda, o más abrazos? Pensemos que los demás no son adivinos. Muchas veces tenemos la fantasía que la gente que nos rodea tiene que saber cuáles son nuestras necesidades y carencias. Esto no es así. Somos nosotros quienes debemos aprender a pedirlo. Comencemos a cuidarnos, y a pedir aquello que nos hace falta.
Qué podemos hacer para combatir la depresión
Lo primero, es evitar caer en ella. Cuanto más tiempo dura, más nos hundimos, y más nos costará salir de ella. Si tenemos tendencia a la depresión, conviene estar atento a los primeros síntomas, cuándo comenzamos a sentir desánimo, decaimiento, etc. Escuchémonos, hagamos todo lo necesario para no entrar en ella.
Aparte de lo que ya se ha dicho, el antídoto más efectivo contra la depresión es la acción, la actividad. Cuando uno está deprimido, no tiene ganas de hacer nada. Y no lo hace. Y esta inactividad bloquea aún más la energía, y hace que se hunda más. Si no tenemos nada por hacer, alimentamos nuestra pasividad y tenemos más tiempo para pensar y entregarnos al pesimismo.
También es un buen momento, como ya se ha dicho, para replantearnos nuestra vida, y tomar decisiones de cambio. Somos nosotros mismos los que debemos cambiar aquello que no nos gusta. Es necesario ser valientes y tomar las riendas de nuestra vida. No dudéis en buscar la ayuda de un profesional. Toda persona es capaz de solucionar sus problemas, pero hay ciertos momentos o circunstancias que nos sobrepasan y un psicólogo, un terapeuta nos puede ser muy útil para ayudarnos en nuestro proceso.
¿Y los medicamentos?
Las pastillas para la depresión, no la curan. Sirven para aliviar los síntomas. La persona se encuentra mejor de ánimo, pero, si no se enfrenta a la causa, difícilmente la supera. Cuando la depresión es tan grave que la persona ni siquiera de levanta de la cama, los medicamentos pueden ser útiles como un primer impulso, pero es recomendable que vayan siempre acompañados de una psicoterapia que dé continuidad al proceso. Las pastillas, por sí solas, no resuelven nuestros problemas. Somos nosotros mismos quienes lo debemos hacer.
La depresión en los niños
Si bien la depresión en niños y adolescentes presenta las mismas características que en los adultos, también se pueden manifestar en forma de irritabilidad.
Los niños a menudo necesitan más contacto físico, más atenciones, y no lo saben pedir abiertamente, o no nos damos cuenta de sus necesidades, pueden caer en un estado de melancolía o irritabilidad. La solución para los niños, puede ser aumentar las caricias, la atención; muchas veces, no podemos pasar más tiempo con ellos debido a nuestras obligaciones. Es necesario replantearnos nuestras prioridades: nuestros hijos e hijas son una semilla que hemos plantado y que hay que cuidar, regar y abonar. El niño o la niña nos está pidiendo más contacto, más abrazos, caricias, que juguemos con él o ella, que le expliquemos un cuento. A veces, sobretodo cuando son pequeños, prefieren estar en casa jugando, que hacer muchas actividades fuera.
La adolescencia, por sí misma, es una etapa difícil de la vida, en la que tienen lugar cambios fuertes, se toman decisiones importantes y difíciles, etc. Hay muchos miedos, inseguridades, complejos, etc., que pueden alimentar una depresión. El tema es tan complejo que merece ser tratado a parte.
Resumiendo, cuando nuestros hijos se deprimen, es posible que nos esté pidiendo más atención. Su forma de pedirlo, frecuentemente, es ésta. Es necesario atender sus necesidades, sin olvidar las nuestras. La primera tarea de un cuidador debe ser siempre cuidarse a sí mismo.
Muchas gracias por este artículo. Me ha parecido muy interesante, explica muy bien los síntomas de la depresión y la diferencia entre ésta y la tristeza momentánea. Pondré en práctica lo de la respiracion, lo de ir bien recta por la calle ya que casi siempre voy con los hombros caídos.
ResponderEliminarMe he inscrito para recibir otros artículos, espero que no le importe.
Hola Aroa,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y por inscribirte a mi lista de correo.
Estoy muy contenta de que te haya gustado mi página web, espero que la visites a menudo.
Recibe un cordial saludo,
Pilar