(Dedicado a un buen amigo)
El matrimonio
tradicional, tal y como lo entendían nuestros abuelos, está obsoleto. Es un
modelo que, en la sociedad actual y tal como han cambiado las cosas, no nos
sirve. Pero ¿cuál es el modelo de pareja que queremos? ¿Hay uno solo, o hay
diferentes modelos de pareja?
Mis abuelos
estuvieron casados 57 años, hasta que la muerte les separó. Recuerdo que,
cuando yo me iba a casar, le pregunté a mi abuelo cual era el secreto para
pasar tantos años con la misma persona. Me contestó con una sola palabra:
Aguantar.
Ellos, como
tantos matrimonios, pasaron juntos por situaciones muy y muy duras: una guerra,
la pérdida de un hijo, la precariedad de la pos-guerra... pero también buenos
momentos, que compartieron y disfrutaron. Hay una parte en la que creo que lo
tenían mucho más fácil que nosotros: todo estaba escrito, en un papel
invisible. La gente tenía unas cuantas misiones en esta vida. Todo estaba
programado: encontrar un trabajo, que era para toda la vida, casarse con una
buena persona, tener hijos y trabajar para los hijos. La mujer estaba en casa y
cuidaba de los hijos y del marido. Y obedecía. Y también utilizaba el arma de
la manipulación para salirse con la suya, en las pequeñas decisiones. Y lavar
la ropa y preparar la cena para el marido se suponía que le tenía que llenar de
orgullo. Si le salía “un mal hombre”, bebedor o que iba con otras mujeres, se
aguantaba y lo sufría en silencio. La mujer, era impensable que fuese con otros
hombres. Y si lo hacía, quedaba marcada socialmente de por vida. El hombre
tenía que trabajar, mucho, muchas horas, y llevar el dinero a casa. Y mandar y
tomar las decisiones importantes. Y los domingos salían a dar una vuelta,
siempre juntos y comían arroz y un brazo de gitano de postre.
No viajaban, ni
estudiaban nada por las noches, ni iban al gimnasio, ni tenían un grupo de
amigos, ni internet, móvil, whatsapp, ni hablaban inglés. No sabían lo que era
un lifting, ni la silicona. Creo, que ni siquiera sabían qué era una dieta para
adelgazar. Pero, ¿realmente lo tenían más fácil? Pienso que para “aguantar”,
para conformarse a que la vida es eso, realmente sí. Vivir conformado es más
fácil. No plantearse nada. Toda esta reflexión me recuerda el “miedo a la
libertad” del que hablaba Erich Fromm.
Hoy en día tenemos
una vida mucho más rica. Rica en conocimientos, en opciones, en posibilidades.
Si partimos de la base de que nuestro objetivo último en la vida es encontrar
la felicidad, tenemos muchos medios para buscarla. Y al final, descubrimos que
la felicidad no está en los demás, no está en el hecho de tener o no tener una
pareja, o en conseguir una casa más grande: la felicidad la hemos de encontrar
dentro de nosotros, en nuestra estabilidad personal, en nuestra paz interior.
Hoy, cuando
buscamos una pareja, no nos conformamos con que “sea trabajador y no tenga
vicios”. Queremos compartir ilusiones y proyectos. Queremos comunicarle
nuestros sentimientos y que nos escuche, nos acoja y comprenda. Queremos que
nos acepte tal y como somos, sin intentar cambiarnos, cuando nosotros mismos
estamos continuamente cambiando. Podemos tener diversas parejas a lo largo de
la vida. Podemos elegir parejas de diferentes colores, religiones, razas,
incluso del mismo sexo. Podemos elegir si queremos tener hijos o no. Y también,
si queremos pareja o queremos estar solos. Hemos ganado en libertad, en
opciones, en calidad de vida. Pero nuestros abuelos lo tenían mucho más fácil.
Eso sí, en una cosa estamos todos de acuerdo: no estamos dispuestos a aguantar
a cualquier precio. Si no somos felices, nos separamos.
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