A menudo me
encuentro con personas que me preguntan si deben tomar medicación para la
depresión o la ansiedad. También me encuentro con frecuencia con personas que
son absolutamente contrarias a tomar ningún tipo de medicamento. Los psicólogos
no hacemos recetas: de eso se encargan los médicos o los psiquiatras, que
también son médicos. ¿Es conveniente? ¿Nos curará? ¿Qué efectos secundarios
tiene la medicación?
Hay diferentes
tipos de medicación psiquiátrica. La más frecuente son los anti-depresivos, los
ansiolíticos y los hipnóticos, que ayudan a dormir. Históricamente, los
psicólogos han acostumbrado a ser bastante reticentes a la medicación. Pero con
los años de práctica, personalmente he ido viendo que en algunos casos puede
ser una buena ayuda.
Los psicólogos,
para controlar la ansiedad, por ejemplo, empleamos, entre otros, ejercicios de
relajación y respiración. Si bien son bastante eficaces, hay personas que están
absolutamente desbordadas, y es muy difícil trabajar con ellas en terapia, y
también les cuesta mucho el día a día, llevar a cabo sus tareas más habituales.
Lo mismo pasa con el decaimiento del estado de ánimo: hay personas que se ven
incapaces de llevar a cabo las tareas más elementales por falta de fuerzas, de
moral. En estos casos, una medicación adecuada durante un tiempo, ayudará a
mejorar el estado de ánimo y facilitará que la persona pueda enfrentarse a
aquello que se le presente.
La medicación
por sí sola, no acostumbra a ser una solución. Pero depende de los casos. Si
somos muy conscientes de que estamos pasando por una situación puntual muy
estresante (una separación, tener que cuidar de alguien muy enfermo,
enfrentarse a la muerte de un familiar cercano, por ejemplo), una medicación
administrada de forma temporal nos puede ayudar a seguir adelante, mientras
elaboramos el duelo o resolvemos la situación concreta.
El peligro de
la medicación es apoyarse demasiado en ella, pensar que, como ya la tomamos, ya
tenemos bastante, ya nos encontramos bien y mientras tanto, no hacer nada, no
dar ningún paso para solucionar nuestros problemas.
Lo ideal, pues,
sería iniciar un proceso terapéutico en el cual tomemos consciencia de nuestro
problema, de nuestras carencias, necesidades, etc., que nos enfrentemos a
ellas, con o sin soporte de una medicación, que siempre deberá ir supervisada
por un médico o psiquiatra, con el objetivo de dejarla tan pronto como sea
posible.
Hay que tener
en cuenta que los ansiolíticos y los antidepresivos, así como otros
medicamentos psiquiátricos, no funcionan igual que un analgésico; es decir: no
me lo he de tomar cuando “me haga falta”, sino que es una medicación
continuada. Al tomarla cada día, se estabilizan los niveles bioquímicos en la
sangre. No se puede tomar y dejar según cómo me encuentre cada día, porque
desestabilizamos el organismo. En todo caso, si pensamos que ya no nos hace
falta, deberemos comunicárselo al médico, que nos pautará la forma de ir
dejándola, ya que tampoco es conveniente suprimirla de repente. El médico lo
que quiere es que estemos bien y que no necesitemos tomar más medicación de la
necesaria. Pero somos nosotros mismos quienes sabemos cómo nos encontramos, si
estamos mejor, si podemos dejarlo. Es por esto que debemos confiar en nuestro
médico o psiquiatra y decirle que queremos dejar la medicación, y en ningún
caso dejarla sin más ni más.
También nos
puede ayudar la medicina natural y la homeopatía, si contamos con un buen
profesional que nos aconseje.
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