(Dedicado a Y)
“El tamaño de los monstruos dependerá del
miedo que les tengas.” Esta frase, que leí en algún lugar, me parece una
forma muy gráfica de explicar lo que nos sucede cuando nos dejamos dominar por
los miedos.
El ser humano
se mueve entre 4 sentimientos básicos (tristeza, rabia, miedo y alegría) y una
infinidad de sentimientos más, que se consideran más complejos por tener
componentes o ser variaciones de estos cuatro básicos: vergüenza, culpa,
compasión, amor, desesperación, plenitud... y un sinfín de emociones más.
Cuando tenemos
a nuestra disposición los 4 sentimientos de una forma equitativa y equilibrada,
éstos se manifestarán de acuerdo con las circunstancias de nuestra vida, de una
forma proporcionada. Por ejemplo, cuando alguien me falta al respeto de alguna
forma, sentiré rabia. Si me comunican el fallecimiento de alguien querido,
sentiré tristeza. El miedo debería limitarse a situaciones reales de peligro.
La mayor parte del tiempo, deberíamos sentirnos alegres o felices.
¿Para qué sirve
el miedo? El miedo es un sentimiento que sirve para advertirnos del peligro.
Una persona que no siente nunca miedo, podrá ponerse en situaciones de peligro,
de alto riesgo, que atenten contra su propia vida. El miedo, en su justa
medida, cumple una función protectora. Pero si bien la persona que no siente
miedo puede poner su vida en peligro, la persona que siente miedo ante
cualquier situación se verá frenada y limitada.
Cuando
predomina cualquier sentimiento por encima de los otros, se puede estar haciendo
un mecanismo para anular los demás sentimientos. Un exceso de miedo nos está
limitando, incluso anulando la rabia, la tristeza y, por supuesto, la alegría.
¿A qué tenemos
miedo? Cuando los miedos son hacia algo externo, por ejemplo la oscuridad,
estar solo, a los lugares cerrados, a las alturas, a los animales..., desde
nuestra parte más consciente deberemos valorar hasta qué punto hay un peligro
real y cuál ha de ser la forma más adecuada de protegernos de ese potencial
peligro. Los miedos viven en el inconsciente, de una forma irracional. Tratemos
de razonarlos y darles su justa medida.
Cuando los
miedos vienen de adentro: Un exceso de atención a cualquier sensación del
cuerpo, que rápidamente nuestra mente transforma en enfermedad o peligro, es
una distorsión de la realidad. El cuerpo humano está en constante movimiento
interno, realiza la digestión, segrega toda clase de hormonas, envía
información a sus distintas partes... y todo ello son procesos naturales. Una
interpretación de estos procesos en forma de enfermedad, estará alejando
nuestra atención del exterior, centrando toda nuestra atención y energía en el
interior. ¿Qué hay en nuestra vida “externa” que queremos evitar? ¿Qué
situaciones de nuestra vida real estamos dejando de escuchar?
Por supuesto,
cada persona es un mundo, y es cuestión de ver a qué se debe esa distorsión en
cada caso.
Como
recomendación general, cuando los miedos paralizan nuestra vida, nos impiden
avanzar, nos limitan la felicidad y el disfrutar de la vida, deberíamos buscar
ayuda terapéutica. Todos merecemos ser felices y vivir relajados.
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