(Dedicado a R)
La resiliencia
es un término utilizado por la psicología desde hace pocos años, que representa
la capacidad de sobreponerse a la adversidad, a las situaciones difíciles.
La psicología y
psiquiatría clásicas se centran en el papel del terapeuta para ayudar a la
persona a superar las situaciones difíciles y estresantes. Para las corrientes
más modernas, como son la psicología positiva y la psicología humanista, entre
otras, la persona posee capacidades de superación, de auto-análisis, recursos
para afrontar y sobreponerse a las situaciones traumáticas por sí sola,
saliendo de ellas incluso fortalecida.
Según algunos
estudios, hay personas con más resiliencia o capacidad de superación que otras.
Estas personas enfrentan de una forma más serena y decidida las situaciones
difíciles y soportan mejor el estrés y la presión. Son personas con un
pensamiento positivo, que a pesar de las adversidades, piensan en un resultado
exitoso de las cosas, y se centran en él, en lugar de destacar los aspectos
negativos o los fracasos.
En una
situación altamente estresante, como una catástrofe, una enfermedad propia o de
alguien cercano, la pérdida del trabajo, un divorcio, etc., cada persona
reacciona de una forma diferente, y las personas con más resiliencia
enfrentarán la situación con más firmeza y sin grandes consecuencias para su
estabilidad emocional.
En el caso de
los niños, se da el fenómeno de niños y niñas que han vivido situaciones muy
desestructuradas, de amenazas, miseria, abandono, maltrato psicológico o
físico, etc. y que han sido capaces de discernir la diferencia entre aquello
que es considerado “normal” de lo que no lo es. Han sido capaces de darse
cuenta de que su situación era anómala, que aquella forma de vivir no era el modelo
que tenían que seguir en su vida futura. Cuando esto pasa, se convierten en
adultos muy fuertes y emocionalmente estables, capaces de afrontar las
situaciones difíciles con mucha más entereza que otras personas que,
paradójicamente, han tenido una infancia mucho más plácida. Esto no quiere
decir que las personas que han tenido una infancia agradable y con un entorno
estable no puedan tener capacidad de resiliencia. Lo que llama la atención son
los primeros casos que he mencionado que, al contrario de lo que se podría
pensar, han superado en gran medida sus traumas y son capaces de llevar una
vida normal como adultos.
También
encontramos, por supuesto, a personas con un pasado difícil que como a adultos
presentan traumas, inseguridades y una baja capacidad de adaptación a las
situaciones estresantes. Por mi experiencia clínica, he podido comprobar que
aquellos adultos que han pasado por situaciones indeseables cuando eran niños y
lo han superado en buena medida, se la circunstancia de que en algún momento
tuvieron cerca una figura parental estable y fuerte, sean unos abuelos, tíos,
etc., que les sirvieron de “modelo positivo”, que les dieron el contrapunto
para poder comparar entre lo que es anómalo y lo que es deseable como estilo de
vida estable y equilibrado. En este sentido, aquellos adultos acogedores,
jugaron un papel muy importante en la vida y en la salud mental de estos niños
y futuros adultos.
El concepto de
resiliencia va asociado a conceptos como autoestima fuerte, independencia de
pensamiento y acción, habilidades sociales, sentido de la responsabilidad,
mente abierta, diversidad de intereses, sentido del humor, empatía, capacidad
para comunicar los propios sentimientos, alta tolerancia al sufrimiento,
capacidad de aprendizaje de la propia experiencia, etc.
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