En los últimos años ha tenido un gran auge la denominada
psicología de la Gestalt. El psiquiatra argentino Jorge Bucay la ha divulgado
ampliamente con su veintena de libros de auto-ayuda, como “Cuentos para
pensar”, “Cartas para Claudia”, “Déjame que te cuente” o “El camino de la
felicidad”, entre otros. Pero, ¿qué es la psicoterapia de la Gestalt?
A partir de Carl Rogers y otros autores norteamericanos
de los 50 y 60, surge dentro del ámbito de la psicología, la corriente
humanista, que defiende las terapias adaptadas a la persona, el crecimiento
personal, el hecho de aprovechar el potencial humano y centrarse en el “aquí y
ahora”. En el marco de la psicología humanista, surgen diversas escuelas que
desarrollarán técnicas concretas para conseguir que la persona mejore de una
forma global: no se trata el síntoma sino a la persona.
El creador de la Psicología Gestalt es Fritz Perls
(1893-1970). Este conjunto de teorías y técnicas de psicoterapia se centra en
el presente de la persona y postula que para resolver los problemas, seguimos
siempre unos pasos muy similares, independientemente de cuál sea el problema a
resolver: desde el más pequeño, como levantarse de la cama y prepararse comida
si uno tiene hambre (atender a nuestra necesidad de alimentación) hasta el más
complejo, como puede ser una separación de pareja, un cambio de profesión o
irse a vivir a otro lugar, que son decisiones que suponen un gran cambio para
la persona. Sea cual sea el problema al que nos tenemos que enfrentar, el
proceso que seguimos es siempre el mismo.
Empezamos siempre desde un estado de “relajación”, desde un
estado previo a nuestra preocupación, en que “no tenemos el problema”. Surge,
en un momento dado, una sensación de inquietud, de malestar, un “no estar
bien”, que nos hará plantearnos qué nos pasa. Sería la primera fase, o fase de
sensación.
La segunda fase es la identificación del problema, “el
darse cuenta”. Es el momento en el que somos conscientes de cuál es nuestro
problema, cuál es la causa de nuestra inquietud. Este fenómeno tiene dos
niveles, uno cognitivo (identificar qué me pasa) y otro emocional (identificar
qué sentimientos o qué sensaciones me provoca esta situación).
Entre darse cuenta de cuál es el problema y ponerse a
buscar la solución, hay un impás, que puede durar poco o mucho tiempo,
dependiendo de la gravedad del problema, de sus consecuencias si no se
resuelve, y de los recursos que tenga la persona para enfrentarse a él. Sería
la diferencia entre “darse cuenta” y “tomar conciencia”. Por ejemplo: todos
sabemos lo malo que es el tabaco para el organismo. Pero hasta que no tomamos
consciencia de cómo nos ahogamos al hacer ejercicio o de cómo se nos complican
los resfriados, no haremos nada para enfrentarnos al problema y solucionarlo.
Una vez identificado el problema y con conciencia de él,
pasaremos a una fase de búsqueda de posibles soluciones. La solución puede ser
muy fácil y evidente, o también muy complicada. Esto hará que nos tengamos que
replantear la situación y buscar nuevas posibles soluciones, pedir consejo,
buscar ayuda, informarnos, etc.
Nos faltan aún algunas fases para resolver el problema,
que continuaremos viendo en el próximo artículo.
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