La semana pasada veíamos cómo las personas seguimos una
serie de pasos o fases para resolver los problemas, y cómo estos pasos son casi
siempre los mismos, sea cual sea el problema a resolver.
También veremos cómo cada persona tiene tendencia a
quedarse parada en alguna de estas fases, y acostumbra a ser siempre la misma
fase, independientemente de cuál sea el problema. Esto tiene que ver con el
tipo de personalidad de cada cual.
Hasta ahora hemos hablado de la fase de sensaciones (esta inquietud que nos
hace pensar que hay alguna cosa que no va bien), y darse cuenta de cuál es el
problema, tanto a nivel cognitivo como de sensaciones, y tanto a nivel
superficial como profundo. Seguidamente viene la fase de búsqueda de soluciones.
Cuando la persona ya ha pensado y valorado las diferentes
posibles soluciones, con sus pros y sus contras, vendrá la fase de la decisión. Se trata de decidir qué
opción se toma, y a partir de aquí qué pasos necesita para llegar a hacer
aquello que convenga. Para llegar a enfrentarnos al problema, necesitaremos
energía y tendremos que buscarla. Esta es la fase de energetización.
El momento de enfrentarnos, del contacto real con el
problema, es una fase más, pues es uno de los lugares donde las personas acostumbran
a quedarse paradas. Se denomina fase de contacto.
Después de haber llegado a la cima, cuando nos hemos
enfrentado al problema, vienen las fases de logro, relajamiento y relajación. Estas fases tienen que ver con la
capacidad de disfrutar de lo que se ha conseguido, y después, poderse relajar y
desconectar del problema. Es cuando podemos llegar a la fase de relajación
total, cuando pasaremos página y se iniciará el siguiente ciclo, volviendo a
empezar todo el proceso con otro problema.
De acuerdo con el tipo de personalidad que tengamos,
acostumbraremos a quedarnos parados en una de las fases, siempre en la misma.
Empezando por las primeras fases, hay personas a las que les cuesta identificar
cuál es su problema. Tienen un malestar, que cada vez será mayor, pero no
identifican cuál es la causa. También se puede saber cuál es el problema, pero
no saber qué hacer con los sentimientos que provoca o, por el contrario, tener
un sentimiento identificado (miedo, rabia...) pero no atribuirlo a ningún problema
en concreto. En todas estas fases, el psicólogo ayudará, mediante diversas
técnicas, a identificar el problema y los sentimientos que le rodean.
Muchas personas se detienen en la fase de búsqueda de
soluciones: probablemente las más lógicas se han descartado por algún motivo
evidente. La búsqueda de la solución “perfecta” (que nunca existe) o el miedo a
equivocarse, o también una personalidad con tendencia a esperar a que los demás
solucionen las cosas, dejará el proceso parado aquí. Pero cuando nos encontramos
con un problema lo bastante importante como para tener que resolverlo sí o sí,
la persona aprenderá a hacerlo, aprenderá que tiene los recursos y la capacidad
para poderlo hacer.
La falta de energía para enfrentarnos es también un
obstáculo frecuente. Es obvio que a las personas en un estado deprimido, les
costará más obtener la energía suficiente para afrontar un problema. La rabia
acumulada acostumbra a ser un buen revulsivo para movilizarnos.
En el próximo artículo continuaremos analizando las
diferentes fases de resolución de un problema.
No hay comentarios :
Publicar un comentario