Hoy le toca el
turno a este tipo de personalidad, que estaría dentro de las personalidades
dependientes, es decir, los que buscan sus refuerzos y apoyos en los demás. El
sociable, que veíamos la semana pasada, hacía una búsqueda activa de estos
refuerzos mediante la seducción y ser atractivo y simpático para los otros. El
cooperador, lo hace desde una actitud pasiva.
Este tipo de
personalidad tiene una marcada necesidad de aprobación, apoyo y afecto social.
Son capaces de alterar significativamente su estilo de vida para establecer o
mantener una relación con otra persona. Se sobre-adaptan a las circunstancias,
renunciando a sus preferencias y gustos, incluso a sus principios.
Son
tremendamente sensibles y vulnerables a la desaprobación. Las críticas pueden
ser para ellos devastadoras. Tienden a desvalorizarse y su autoestima se suele
basar en los comentarios y las acciones de los demás.
Su peor miedo
es el abandono y la soledad. Para evitarlo, se adaptan a lo que haga falta.
De pequeños,
han estado sobre-protegidos, por una familia que se lo hacía todo, les evitaba
cualquier esfuerzo y limitaba su responsabilidad. Le trataban como a una
estatua frágil.
Las parejas que
encuentran son personas fuertes, autosuficientes y que cuidarán de ellos,
asumiendo todas sus decisiones y responsabilidades: personas maternales o
paternalistas. En cuanto al trabajo, evitaran los cargos de responsabilidad, y
sobre todo, tener que mandar a las otras personas. Prefieren siempre que les
manden.
La imagen que
tienen de ellos mismos, pasa por la poca autoestima, sentimientos de
inferioridad, poco carácter, incluso se sienten inútiles e incapaces. A menudo
son fruto de intimidación incluso bulling
por parte de los compañeros.
Se muestran
humildes, cordiales, amables. Pasivos, nunca toman la iniciativa. También
evitan cualquier cosa que suponga un esfuerzo, están siempre “cansados” y sin
ganas de nada. A menudo tienen una falta de interés por el sexo. Esta actitud
hace que se rodeen de personas “fuertes” que les resuelven los problemas, y
toman las decisiones por ellos. Envían mensajes de “no puedo”, “qué se puede
esperar de mi”, “ya lo he intentado y no me sale”, etc., que activan la parte
cuidadora de los demás.
Cuando se ven
privados del afecto y la protección, se aíslan y se vuelven tensos, aprensivos,
desconcertados, incluso deprimidos.
Evitan las
situaciones complicadas y los grupos numerosos. Ante una situación estresante o
que suponga una exigencia, les dará ansiedad o desaparecerán.
Tienen poco sentido
de la crítica, sólo captan la bondad de la gente. Les falta alegría,
acostumbran a ser bastante apáticos, con tendencia al pesimismo, el desánimo y
la tristeza. Se excusan a ellos mismos de no asumir las responsabilidades que
les toca, y a menudo lo atribuyen a “su debilidad”, a enfermedad o a “la mala
suerte”.
A la hora de
organizar algo, son colaboradores, no discuten y todo les parece bien, siempre
que haya alguien que les diga lo que deben hacer y no les exija ni les dé
prisas.
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