Después de ver
dos tipos de personalidad independientes (enérgica y segura) le toca el turno a
los estilos de personalidad dependientes: los activos o sociables, y los
pasivos o cooperadores. Hoy hablaremos de la personalidad sociable.
Los individuos
sociables se muestran animados, expresivos, incluso encantadores. Se
caracterizan por una marcada necesidad de aprobación, apoyo y afecto por parte
de los demás. A diferencia de los independientes, que buscan el refuerzo en
ellos mismos, las personalidades dependientes buscan el refuerzo en los otros.
Son muy sensibles a la crítica y la desaprobación. Su autoestima está en
función de los comentarios y acciones de los demás. Su mayor temor es el
abandono y la soledad.
La persona
sociable desarrolla habilidades para agradar a los demás. Cautivan y seducen, se muestran encantadores, y si no
les da resultado, utilizarán estrategias manipuladoras o teatrales para atraer
la atención de los otros.
Generalmente,
en su infancia, han tenido padres que les castigaban muy poco, pero tampoco les
dedicaban atención a las conductas “normales”: hacer los deberes, recoger la
habitación o sacar buenas notas. Sólo conseguían atención de los padres en
términos de “apariencia”, es decir, cuando los padres podían “lucir” al hijo o
hija como un trofeo: les reforzaban la belleza, la vestimenta, el peinado o que
bailaban o cantaban muy bien, pero desatendían los sentimientos reales de la
criatura. Esto les hizo desarrollar estrategias para atraer la atención de los
padres (y de los demás) aprendiendo a ser el centro de atención, seduciendo,
etc. Algunos padres también reforzaban las conductas indiscriminadamente, y el
niño o niña no sabía cuándo recibiría aprobación, con lo cual hacía
constantemente cosas para llamar la atención.
Este tipo de
personas tienen un nivel de energía elevado y tienen una fuerte reactividad
emocional, es decir, que tienen expresiones emocionales exageradas con mucha
facilidad: lloran, ríen, etc. de una forma notoria, con tendencia al
dramatismo.
Son
aventureros, impulsivos y emocionales. Se cansan pronto de las cosas y de las
personas y tienen tendencia a cambiar de pareja y amigos cuando no consiguen
toda la atención que demandan.
En su versión
positiva, son personas agradables, seductoras y encantadoras, pero si las cosas
no les van bien, se desbordan, pudiendo parecer exhibicionistas, inseguras,
inmaduras y desconsideradas.
Su atención es
dispersa, se distraen con facilidad. Les cuesta mucho concentrarse y pierden en
seguida el interés por las cosas.
Tienen poca
consciencia de ellos mismos, se describen en función de su relación con los demás:
por ejemplo “soy muy popular”, o “tengo muchos amigos”, “todos me quieren
mucho”. Puede parecer que toda su vida es una fachada, y evitan profundizar en
sus verdaderos sentimientos. Los sentimientos profundos son de miedo a la
desaprobación y necesidad constante de agradar.
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