CATALÀ

Qué es normal y qué es patológico


Hasta ahora hemos visto los 8 tipos básicos de personalidad. Los hemos clasificado en función de su necesidad de búsqueda de refuerzo en los demás, como independientes, dependientes, ambivalentes y desvinculados. Y también en función de si la búsqueda o no de refuerzo la hacen de una forma activa o pasiva. Esto nos ha dado lugar a 8 tipos básicos de personalidad: enérgico, seguro, sociable, cooperador, sensitivo, respetuoso, inhibido e introvertido. También hemos visto cómo estos tipos de personalidad, que son considerados normales, pueden derivar en no tan sanos cuando son sometidos a situaciones estresantes: así pues, un enérgico puede derivar hacia conductas antisociales, el seguro hacia conductas narcisistas, el sociable puede tender hacia el histrionismo, el cooperador hacia la personalidad dependiente, el sensitivo se volverá pasivo-agresivo, el respetuoso deriva hacia la personalidad obsesiva, el inhibido hacia el trastorno de personalidad por evitación y el introvertido hacia la personalidad esquizoide.

Si a estos tipos de personalidad básicos añadimos una infancia con abandono, maltratos, etc., y una vida adulta con situaciones muy estresantes o poco acogedoras, pueden derivar en trastornos más graves: estos trastornos de personalidad serían el trastorno esquizotípico de personalidad, el trastorno límite y el trastorno paranoide.

Así pues, podríamos clasificar la personalidad en diferentes grados, según su inadaptación y el sufrimiento que ocasiona a la persona, así como la dificultad para llevar una vida que llamaríamos “normal”. Se entiende por “vida normal” en una persona adulta, a la capacidad de cuidar de uno mismo, la capacidad de desarrollar un trabajo que le permita auto-mantenerse económicamente y la capacidad de relacionarse con las demás personas, en mayor o menor grado. Dentro de esta “normalidad” encontraremos a personas que están a gusto en un trabajo de cara al público, personas que prefieren trabajar solas, algunas que tienen tendencia a solucionar sus propios problemas sin pedir ayuda, los que necesitan compartir su malestar y buscar el apoyo en los demás, los que tienen muchos amigos y una intensa vida social y los que están más a gusto estando solos. Todo esto tiene que ver con la personalidad de cada uno y se considera normal.

Cuando estos rasgos personales se agudizan, formarían parte de lo que se denomina los trastornos de personalidad. La persona puede estar toda la vida conviviendo con su forma de ser, que le causará angustias y malestar, pero no le impedirá seguir adelante con su vida, es decir, no son patológicas, pero la persona no estará a gusto con ella misma ni con los demás.

No hay un punto exacto en el cual podamos decir que la persona tiene una patología, es decir, una “enfermedad” o trastorno grave. Hay, no obstante, una serie de indicadores que tienen que ver con el cuidado de uno mismo (dejar de lavarse durante días, conductas alimentarias que hacen peligrar la salud, consumo de sustancias tóxicas), también con la capacidad de trabajar (faltas reiteradas al trabajo, hacerlo mal, ser incapaz de mantener un puesto de trabajo), o dificultades graves en las relaciones sociales (encerrarse en casa durante días, incluso no levantarse de la cama, o en el otro extremo, conductas exhibicionistas, dar “el espectáculo” en público, o conductas compulsivas, como lavarse las manos 50 veces al día, etc.). Llegados a este punto podemos hablar de patologías. En la psiquiatría clásica, se clasificaban en neurosis y psicosis, distinguiendo entre otros rasgos, si la persona es consciente de que tiene un problema grave o no.

En los próximos artículos hablaré de los trastornos más graves de personalidad, el esquizotípico, el límite y el paranoide. Y también de los trastornos psicóticos, que son claramente patológicos.

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