CATALÀ

¿Cómo nos transmiten nuestros padres los valores?

La semana pasada veíamos todo lo que nos transmiten los padres. Básicamente, nuestros referentes culturales, la parte nutricia (cuidarnos, darnos permisos y consolarnos) y la parte crítica (poner límites, dar órdenes, prohibir y corregir).


Pero ¿de qué manera nos lo enseñan?

Por una parte, la más obvia, de manera verbal (“esto no lo hagas más, esto está bien, etc.”), pero también con la valoración que los padres hacen de cosas que pasan a nuestro alrededor: los comentarios que hacen de la actuación de otras personas, qué opinan acerca de las cosas que suceden. (Por ejemplo: “¡esto que ha hecho tal persona está muy mal hecho!”). No somos conscientes de cuántas veces opinamos algo a lo largo del día: cuando hablamos de cosas que han pasado (al vecino, al compañero de trabajo, al familiar) o las noticias, las cosas que dice la gente por televisión, etc. Los niños toman buena nota de nuestras opiniones.

También con su actitud: pensemos, que los niños copian todo lo que hacen los adultos, les imitan. Por ejemplo, un padre que va diciendo que el tabaco es malo mientras va fumando: el niño captará esta “doble moral”, de trasgresión de las normas. Es muy importante tomar conciencia de qué hacemos y cómo lo hacemos ante los niños, no sólo de lo que decimos.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta, que el niño no domina bien el lenguaje verbal hasta los 3 o 4 años, así pues, la observación y la imitación serán la principal manera de aprender de los adultos.

Una manera muy frecuente de transmisión de valores es la comparación: “eres igual que tu abuelo Juan”. El niño, toma buena nota de estos comentarios e intentará averiguar todo lo que pueda del abuelo Juan. Si el abuelo es una figura cercana y positiva, todo va bien. Pero muchas veces, el abuelo ya no está y el niño se formará una idea de cómo era esta persona a través de nuestros comentarios. Y también es frecuente este tipo de comentario para mencionar alguna actitud negativa. Por ejemplo: “eres igual de despistado que tu abuelo Juan”. El niño, recibe por un lado, “soy despistado” y por otro, mucho más peligroso, “soy igual que él, así que le tengo que copiar”. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de comentarios, que son muy perjudiciales para el niño y además tienen mucha más potencia de lo que creemos.


Pero, ¿sólo somos el resultado de lo que nos han enseñado los padres?

Por descontado que no. Por un lado, aunque los padres ejercen una gran influencia en nosotros, a lo largo de nuestro crecimiento tenemos otros referentes: abuelos, hermanos, tíos, primos, canguros, maestros, amigos… cuanto más desestructurada es una familia, más tenderá el niño a fijarse en otros referentes, a tomar ejemplo de otras personas que no sean los padres. El niño, llega un momento en que es capaz de darse cuenta de que aquello que ve y vive no es normal. Pero, aunque tengamos una familia “normal”, también nos fijamos en otras personas a lo largo de nuestro crecimiento. Todos recordamos a “aquel maestro” que nos hizo pensar diferente.

También conviene tener en cuenta el carácter de cada persona, la huella personal de cada uno, que influirá en la manera de aplicar lo que recibimos. Es lo que se llama “personalidad básica”.

Y también hacemos revisiones de valores. Sobretodo, a partir de la adolescencia, “revisamos” todo lo que hemos aprendido, de unos y de otros, y nos vamos formando nuestros propios valores. Algunas cosas que nos han enseñado los padres nos sirven y otras las rechazamos.

Para el próximo artículo, trataré de la parte más emocional de la persona, de cómo vivimos las emociones, de la espontaneidad, y también de cómo nos adaptamos o sometemos a las obligaciones.

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