¿Por qué cuesta
tanto dar el paso de separarse? Y después, ¿qué? ¿Cómo volver a empezar? ¿Cómo
rehacer mi vida? ¿Con qué problemas me encontraré cuando me separe?
Aunque sabemos
que el amor no es para siempre, que hay la opción de romper con la pareja,
cuando iniciamos una relación, internamente todos pensamos que será para
siempre, que no habrá nada que pueda deshacer aquello que hemos construido.
Cuando los problemas, las discusiones, las desavenencias se van haciendo
mayores, se va abriendo un abismo en medio que cada vez es más ancho y más
profundo.
Una buena
comunicación, la sinceridad, la confianza, facilitan poder hablar y negociar.
Pero no siempre es posible. No todo el mundo está dispuesto a negociar: los
juegos de poder, donde todo se traduce en “ganar o perder”, los juegos
manipulativos y poco claros, o simplemente, la poca habilidad comunicativa, la
falta de sinceridad, la desconfianza o la poca predisposición a negociar y a
ceder en algunas cosas, van tensando la cuerda, que llega un punto en que se
rompe. Ya hemos hablado de cómo han variado los roles masculino y femenino y de
cómo ha cambiado también la manera de vivir, la escala de valores, etc. en
nuestra sociedad. Pero a pesar del distanciamiento, intentamos una y otra vez
recuperar la relación, siempre pensamos que se trata de una crisis pasajera,
que es un mal momento, que aún hay estima...siempre hay dudas: ¿me estaré
precipitando? ¿me estaré equivocando? ¿y si después no encuentro a nadie? ¿y si
me quedo solo? Y esto, muchas veces, alarga situaciones que son claramente
inviables. Muy pocas veces me he encontrado con personas que se arrepientan de
haberse separado: más bien, la tónica general, es pensar que se debería haber
tomado antes la decisión, que se ha aguantado demasiado.
Una vez la
decisión de separarse está tomada, cuando uno de los dos ha llegado a un punto
de “no retorno”, siempre recomiendo hacerlo cuanto antes: es muy difícil y
doloroso encontrarse por el pasillo a la persona que ha sido tu pareja, por la
cual aún hay sentimientos encontrados, seguir compartiendo la cocina, el baño,
el sofá, la cama... El impás entre la decisión de separarse y el paso de
marcharse se hace eterno: el desgaste energético y emocional es devastador.
Cuando el que se tiene que marchar es justamente quien no quiere hacerlo, se
alarga la situación y es cuando se acaba de deteriorar la relación y la poca
comunicación que quedaba. Me encuentro frecuentemente con clientes que han de
pasar por este mal paso. Les recomiendo que lo hagan cuanto antes mejor, y que
si el otro no se quiere ir, que lo hagan ellos, aunque sea de forma
provisional, a casa de un familiar o de un amigo. Hay gente que se pasa meses
en esta situación de “en tierra de nadie”. La energía está bloqueada en
resolver una situación que no se acaba. No se hace ningún paso para reconstruir
la nueva vida. Causa un gran sufrimiento a las dos personas.
Y cuando ya se
ha hecho el paso definitivo, ¿qué nos encontramos? Más allá de las cuestiones
logísticas, de reajustar horarios, economía, trasladarse de casa si hay que
hacerlo, si hay hijos, re-colocarlos en nuestra nueva vida intentando que les
afecte lo menos posible, etc. una de las cosas más frecuentes que nos
encontramos es el vacío y la soledad. Los amigos que teníamos hace unos años,
han ido por caminos diferentes, están comprometidos, se han marchado o incluso
hemos perdido el contacto con ellos. Tendremos que hacer nuevos amigos. De aquí
la proliferación de los clubs y grupos de “singles”. Con los recién separados,
me encuentro con dos reacciones frecuentes: los que necesitan un tiempo de
aislamiento, que tampoco conviene que se alargue demasiado, y los que regresan
súbitamente a la adolescencia y salen a “quemar la noche”.
No hay comentarios :
Publicar un comentario