Una vez que se
ha producido la separación, conviene establecer una nueva rutina. Tal vez haya
un régimen de visitas, o una custodia compartida, o incluso uno de los dos
padres ha desaparecido o no se ocupa de los hijos. Sea cual sea la situación,
conviene que las rutinas del día a día de los niños queden lo menos alteradas
que sea posible.
¿Los niños
manipulan? Seguro que lo intentarán: utilizan la culpa que puedan sentir el
padre o la madre por la separación para conseguir compensaciones materiales o
para salirse con la suya. Muchas veces, los abuelos añaden más leña al fuego
compadeciendo a los pequeños diciendo frases delante de ellos del tipo “pobre
hijo, que tiene los padres separados”, “se debe ver diferente de los otros
niños”, etc. Los niños lo oyen todo, y pronto asumirán su papel de “personitas
especiales” que se creen con el derecho a ser tratados de una forma especial.
También es frecuente, en las situaciones de régimen de visitas, que el
progenitor que pasa menos tiempo con los niños, se dedique a consentirles y
malcriarlos, que les permita hacer lo que quieran con el pretexto de “para el
poco tiempo que paso con ellos, no quiero estar mandándoles”. Evidentemente,
esto es un grave error: el papel de los padres es educar y poner límites, y la
estimación y el afecto se demuestran de muchas maneras, como por ejemplo,
aprovechando el tiempo de estar juntos, dando abrazos y besos, o verbalizando
la estimación. En ningún caso, dejándoles hacer lo que quieran. Los niños se
aprovechan mucho de estas situaciones, y crean una competencia entre los
progenitores: el que pasa más tiempo con los niños y les ponen límites, normas,
etc. se convierte en “el malo” y el padre consentidor en “el bueno”.
También hay
padres y madres que desgraciadamente manipulan a través de los hijos, limitando
el tiempo que pasa el pequeño con el otro progenitor, hablando mal de éste o de
la nueva pareja, o también dándoles mensajes de “cuánto te echo de menos cuando
no estás”, “me quedo muy triste cuando te vas”, etc. Es fundamental que los
niños vivan la situación de la forma más normal posible: esta es su nueva
realidad y debe normalizarse cuanto antes, sin dramatismos. Aún hay padres y
madres que utilizan a los hijos como arma de presión contra la ex-pareja.
Otra costumbre
muy mala es la de preguntar al pequeño de forma insistente sobre el otro
progenitor, sobre su nueva vida, cómo está, qué hace, a quién ve, si tiene nueva
pareja, cómo es la nueva relación, etc. Estos interrogatorios ponen al niño en
medio de una guerra que no va con él y en una situación de fidelidades,
confidencialidades y traiciones. No le corresponde al niño hacer el papel de
espía. Debemos de ser lo bastante maduros para saber dejar a los niños al
margen de nuestras guerras personales.
También hay
veces en que se obliga al niño a tomar decisiones que no le corresponden. Todos
recordamos la frase de las abuelas (que por suerte hace tiempo que no se oye),
de “a quién quieres más, al papa o a la mama”. Pues de la misma forma, conviene
que las decisiones de cómo se reparten las fiestas, las vacaciones, los
puentes, etc. lo decidan los padres y no los niños. Hay que evitar preguntas
del tipo “¿con quién quieres pasar el fin de semana?” La respuesta sincera del
niño siempre será “con los dos”. Pero como esto no puede ser, no le debemos
poner en la tesitura de tener que decidir si quiere estar con papá o con mamá.
Es una decisión que deben acordar los adultos, y comunicar las decisiones al
niño. Les toca a los mayores decidir, no a los niños.
La semana que
viene, ¿régimen de visitas o custodia compartida? Y ¿dejar a los niños en el
piso y desplazarse los padres?
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