Veíamos la
semana pasada el origen del concepto de ocio, y enumerábamos sus formas sanas o
humanizadoras. Profundizaremos un poco más en estos conceptos.
A continuación
algunas formas de dedicación al ocio, entendido como humanizador:
•
Conocernos más a nosotros mismos: reconocer nuestras capacidades
y limitaciones, cuáles son nuestras verdaderas convicciones personales, qué
pensamos sobre el amor, el sexo, la política, el trabajo, la religión, etc.,
qué sentimientos y deseos hay en nuestro interior, cuáles son nuestras
principales esclavitudes, cómo nos liberamos... Para ello podemos leer,
conversar, observar la naturaleza y el arte, o reflexionar en solitario.
•
Conocer y amar con más profundidad a otras personas:
tiempo dedicado al diálogo, a la escucha, a compartir con los demás, a
conversar sobre nuestros pensamientos y sentimientos, para mirar y ser mirados,
para la ternura, para expresar amor y recibirlo. Es el tiempo que compartimos
con nuestra pareja, con los amigos, con nuestros hijos, nuestros ancianos, etc.
•
Conocer y relacionarse con la naturaleza: cultivar o
recuperar la capacidad de admiración. Se trata de salir al mundo con una visión
cualitativa y no cuantitativa. Admirar, escuchar, oler, observar la naturaleza
y el entorno, dejarse seducir por las sensaciones.
•
Conocer más lo trascendente, lo absoluto o lo divino:
Para los creyentes, la vivencia religiosa para profundizar en la reflexión
individual o grupal, las celebraciones, replantearse la propia vivencia de la
fe. Para los no creyentes, la búsqueda de lo verdadero, lo bueno, lo justo, el
sentido de la vida, plantearse cuál es mi misión en el mundo, cuál es el
sentido de mis actividades y de mis actos...
•
Conocer las obras valiosas del ser humano: admirar y
nutrirse de diversas fuentes como arte, lectura, teatro, música, etc.
•
Dejar actuar al niño que llevamos dentro: aprender de
nuevo a comunicarnos con espontaneidad, tiempo para jugar, emocionarnos...,
recuperar la capacidad de reírse de uno mismo.
•
Ejercitar la creatividad: En la vida laboral, en general,
hay poco espacio para ser creativos. Dejar surgir al artista creador que
llevamos dentro, no sólo a través del arte, la música, la danza, etc. sino
también siendo creativo en nuestras relaciones interpersonales, en la educación
de los hijos, etc.
•
Vivir lo festivo: las celebraciones y conmemoraciones,
tanto en el ámbito familiar y de nuestro entorno, como a nivel comunitario, se
han vuelto estereotipadas y carentes de originalidad. Predomina el
convencionalismo y no fomentan la comunicación interpersonal. Fomentar la
espontaneidad artística en las celebraciones, por ejemplo, permitir que los
asistentes canten, reciten, etc. es una manera de romper la rutina en las
celebraciones.
En el próximo
artículo, formas de pseudo-ocio u ocio no humanizador.
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