Ivan Petrovich Pavlov, Rusia 1849-1936, médico, fisiólogo y premio Nobel
de medicina y fisiología 1904, descubrió y elaboró la teoría del
condicionamiento clásico.
Observó, con unos perros, que si se les ponía comida delante tenían una
respuesta fisiológica de salivación y segregación de jugos gástricos antes de
probar la comida. Fue un paso más allá e hizo sonar una campana justo antes de
mostrarles la comida. Al cabo de unas cuantas veces, los perros salivaban al
oír el sonido de la campana, sin ni tan siquiera haber visto la comida. Así
pues, una respuesta incondicionada (automática) como es salivar ante la comida,
puede quedar condicionada por un estímulo neutro como puede ser una campana.
A partir de aquí se extrae la teoría del condicionamiento clásico: se puede
obtener una respuesta determinada asociando un estímulo incondicionado a otro
condicionado.
Burrhus Frederick Skinner, USA 1904-1990, amplió la teoría de Pavlov y otros, y creó el conductismo
operante: se puede modificar cualquier conducta mediante el refuerzo positivo, el refuerzo negativo y el castigo. Si bien esto en principio es
cierto, el problema es cuando se pretende aplicar este sistema como terapia
para cualquier conducta humana. Con los animales funciona muy bien el sistema
de refuerzo positivo y premio, para adiestramiento, por ejemplo, y también
funciona en conductas humanas como dejar de fumar, insomnio, establecimiento de
hábitos, etc. Pero las críticas hacia este método surgen cuando se pretende
aplicar a cualquier conducta.
¿Qué es el conductismo?
También conocidas como “técnicas de modificación de la conducta”, se
fundamentan en los estudios de Pavlov y de otros investigadores como Skinner.
Propone que todas nuestras conductas están programadas en forma de estímulo-respuesta. Mediante la
utilización de refuerzos o “premios” se puede modificar cualquier conducta. El
tratamiento consiste en delimitar la conducta a cambiar y establecer unos
varemos para obtener premios.
Estas técnicas se siguen utilizando, sobre todo a nivel institucional,
porque son tratamientos muy rápidos y de bajo coste, al contrario que el
psicoanálisis u otras terapias. Se utilizan para dejar de fumar, seguir una
dieta, o conseguir cualquier meta concreta. Su inconveniente es que no buscan
las causas ni se ocupan de la persona como conjunto. Se trata la conducta, no a
la persona. No contempla ni las emociones ni los pensamientos.
Las terapias conductistas han evolucionado hacia lo que se conoce como cognitivismo, que veremos la próxima
semana.
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